“Yo debo ser la mala, para que tú puedas ser la buena”. Es una de las frases de la película Inocencia Interrumpida (de mi lista personal de películas favoritas) con las que mi psiquis se identifica. Y una de las moralejas que susurra mi alter ego turbulento y alborotador cada vez que quiere asumir el control de mi personalidad. De mi irritantemente dócil personalidad.
Probablemente, en algún punto de mi desarrollo emocional -entre la necesidad de aceptación de Maslow y la falta de carácter del adolescente sobre protegido promedio- decidí que me gusta más ser una niña “buena” que una controvertida.
Y es que se me da más fácil aquello de ser complaciente, que pedir lo que realmente quiero. O de buscarme una justificación coherente de por qué casi nunca enfrento a los bullies. O de apoyar opiniones en las que no creo, en lugar de cuestionarlas. Maslow diría que he privilegiado las necesidades de reconocimiento, a las de auto realización.
Algunas personas me han dicho que soy valiente, porque nunca he rehuido a salir de mi zona de confort, y que no temo saltar al vacío si debajo parece estar la felicidad. Pero aún así no diría que soy muy valiente.
Sería valiente si en lugar de secundar la opinión de otro, expresara lo que realmente pienso y defendiera mi punto de vista. Si decidiera no quedarme callada y me enfrentara. Si me importara más ser auténtica que ser apreciada.
Mi alter ego, en cambio, es una periodista feminista. Escritora de libros como: La Teoría de la Conspiración Masculina. O El Arte de la Guerra no declarada contra las Mujeres. Y también de alguna que otra novela erótica. Y su audacia me causa tanto admiración como palpitaciones.
Tal vez, un día no muy lejano, desenvaine esa pluma filosa y la niña buena se transforme -por fin- en una guerrera intrépida. Tal vez, una noche tormentosa, prepare y beba mi propia poción liberadora de personalidad, y aparezca ese osado monstruo literario a saciar su hambre de auto realización.
Aprendí a reconocer la completa y primitiva dualidad del hombre. Me di cuenta de que, de las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de mi conciencia, aún cuando podía decirse con razón que yo era cualquiera de las dos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas.
De vuelta !!! Ya era hora …
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias! Es que ahora estoy más ocupada. En el próximo post contaré por qué… 😉
Me gustaMe gusta